sábado, 3 de marzo de 2007

Un lujazo, un trancazo

Algunos afortunados económicamente suelen decir que las cosas importantes no se compran. Pero resulta fácil proclamar que lo esencial no tiene precio, cuando se tienen las posibilidades de cubrirse lo básico y permitirse antojos superfluos.

Si bien el lujo tiene algo que ver con el poder adquisitivo, en un país como el nuestro, en donde hay más carros que conductores y más relojes que tiempo, se acostumbra a relacionarlo estrictamente con pertenencias suntuosas.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, el lujo es “demasía en el adorno y la pompa”, pero es también “todo aquello que supera los medios normales de alguien para conseguirlo”. Así que mientras para algunos Ferrari y Rolex son lujos por placer, para otros, comer y comprar medicamentos son lujos por necesidad.

La Organización Mundial de Salud estima que un tercio de la población mundial no tiene acceso regular a medicamentos esenciales y vacunas de calidad debido a precios poco asequibles, siendo la República Dominicana uno de los países latinoamericanos en donde más caros se venden los medicamentos.

El lujo ya no es lo que era; ya no es cuestión de opulencia y ostentación. Y como testimonio de ello están quienes ni siquiera pueden darse el lujazo de enfermarse, por el trancazo económico que esto representa.

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