sábado, 27 de enero de 2007

El teatro ya no es igual


El dramaturgo Haffe Serulle y Pilar Pineda, gobernadora de la Escuela de Bellas Artes coinciden en que el teatro ha pasado de ser una disciplina en conjunto, a un género de soledad y pobreza.

Haffe Serulle, profesor y antiguo director de la Escuela de Bellas Artes, espera ansioso a que sus alumnos se preparen para el examen de creatividad. En medio del corre corre, donde el maquillaje, la escenografía y los diálogos son protagonistas, los dos primeros jóvenes a evaluar salen a escena. Una sabana blanca, una silla pintada de rojo y una peluca verde fueron los recursos que utilizaron para cautivar la sala Emilio Aparicio, donde las tres filas y los 40 asientos estaban llenos.

Cuando se gradúen de la Escuela, sin embargo, la realidad será otra. La falta de apoyo económico del gobierno y la sociedad, al igual que la desinformación, provocan que los actores escuchen el eco de sus actuaciones ante salas vacías, a diferencia de la época de los 70 y 80 donde el teatro tuvo su mayor auge.

Esta disciplina fue traída al país por Rafael Leonidas Trujillo Molina, luego de la construcción del Palacio de Bellas Artes en 1946. La presentación de obras clásicas y realistas, interpretadas por actores españoles, eran dirigidas a la clase media y alta del país.

Una década después, entre 1973 y 1985, el teatro dejo de ser una disciplina “elitista”, gracias a la formación de asociaciones teatrales apoyadas por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), según Pilar Pineda Gobernadora de la Escuela de Bellas Artes.

Estas agrupaciones, hacían giras semanales por todas las provincias del país, formando núcleos teatrales que promovieron y extendieron la disciplina en su localidad. La universidad les proporcionaba los materiales para las obras, la comida y autobuses para el transporte.

El teatro se extendió por el país y cada pueblo tenía una comunidad estudiantil representada en la UASD.

En la actualidad estas asociaciones han sido reemplazadas por “individuos sueltos” que tratan de desarrollarse con el apoyo reducido que reciben del Estado y de la Sociedad, según Serulle.

Juan Rodríguez, actor graduado en Bellas Artes, es un ejemplo de esto. El no sólo trabaja en teatro, sino también en el programa de Jary Ramírez con una sección sobre teatro y como luminotécnico. Al igual que él, otros actores que son autónomos, solo cuentan con el respaldo de la Escuela de Bellas Artes, que recibe de la Secretaría de Cultura una asignación de RD$25,000 mensuales, para cubrir las ocho expresiones artísticas que imparten. Pero, desde hace varios meses no reciben la asignación que les corresponde, según Serulle.

El teatro, debido a esto, se ha convertido en una disciplina pobre y los artistas tienen que acostumbrarse a trabajar “sin nada”, desempeñándose como productores, directores, actores, luminotécnicos y vendedores de sus obras, según Pineda. En la década del 70 y 80, mientras los actores sólo se preocupaban por promocionar a disciplina e interpretar montajes como Espigas Maduras, los de la actualidad tratan de conseguir que instituciones, como Orange y la Cervecería Nacional Dominicana patrocinen sus obras.

Estas empresas, según Pineda, sólo respaldan las producciones si los directores, productores y actores son conocidos provocando que el pueblo no se entere de los nuevos montajes, por la falta de publicidad.

A diferencia de la época de mayor auge, el pueblo no participa en las actividades teatrales, a pesar de los esfuerzos de la Secretaría de Cultura y Bellas Artes. Aunque las actividades, como el V Festival Internacional de Teatro, son gratis y se presentan en parques y plazas del país la gente no acude a verlas. Esto se debe, según Serulle, a que al dominicano no se le “enseña a participar en ningún tipo de actividad cultural”, por lo que se necesita de un desarrollo permanente para que el teatro florezca.

Las autobuses que llevaban el teatro a las provincias del país se desvanecieron en la vía. La falta de respaldo gubernamental, social y económico las apago, al igual que la ilusión de los jóvenes actores.

Los actores, aún trabajando sólo con “uña y deo”, como dijo Pineda, necesitan recibir el respaldo y financiamiento de la sociedad y el estado, para que el teatro y su talento puedan desarrollarse.

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